lunes, 21 de octubre de 2013

MI ADMIRACIÓN DE  MONSEÑOR ARNAIZ A TRAVÉS DE MONSEÑOR ADAMES.

Por: Reynaldo R. Espinal.


Cuando se tiene cercana y constante interacción con alguien a quien  se admira, es natural que el juicio y el afecto propendan con manifiesta inclinación a verter en encendidos elogios valoraciones sobre la vida y trayectoria de aquel con quien se ha tenido el privilegio de compartir nuestra andadura vital y que nos ha hecho participe de su amistad, confianza y confidencia; no es este, precisamente, sin embargo, lo que se da, precisamente, entre el autor del presente articulo y la egregia personalidad que lo inspira.
                                 
Es decir, el respeto y admiración que nos infunde la singular trayectoria del Gran Jesuita y Obispo Emérito Dominicano, no está mediada por una relación de amistad profunda entre ambos- ¡ Que más hubiera anhelado este humilde servidor!- . Pero ahí están refulgentes sus grandes dotes humanas, intelectuales y sacerdotales, las que certeramente ha tenido a bien justipreciar nuestro Ministerio de Cultura y su competente titular Don José Rafael Lantigua para dedicarle junto al también connotado historiador y Sacerdote Jesuita José Luis Sáez la Feria del Libro de este año que se apresta a iniciar  y que tiene como invitada especial- singularidad que cabe concederle por su novedad- a la Santa Sede.

De este recio Bilbaíno que, desde muy Joven, abrazó la causa del Evangelio a través del ingreso  a La Compañía, tuve noticias desde mi adolescencia. Siendo Seminarista Menor en el Seminario San Pío X, de Licey, Santiago, recibí la inolvidable encomienda de  parte de mi Padre Espiritual Monseñor Vinicio Disla, de colaborar con el  también admirado Monseñor Roque Adames en la organización de su magnífica biblioteca que se trasladaba desde Matanzas a su casa campestre de Los Montones y fue en una de aquellas fecundas conversaciones de atardecer entre un imberbe discípulo con su maestro - al abrigo de los pinares y la soledad sonora de La Serranía- donde Adames me refirió su admiración y respeto por este gran Sacerdote y Humanista a quien el llamaba sencillamente “ Pepe”.

Ambos se admiraban y querían entrañablemente- me consta- como pude apreciar en las Reuniones de La Conferencia del Episcopado Dominicano que se celebraban en el Seminario y en la que pude apreciar su cordial y franca cercanía. Después Monseñor Adames me contó de las hondas raíces de su amistad: ambos fueron estudiantes de Filosofía en la célebre Universidad de Comillas,  en Santander, compañerismo que se prolongaría más adelante cuando ambos fueron enviados posteriormente a cursar estudios Doctorales en La mundialmente famosa Universidad Gregoriana: Adames lo haría en Teología Bíblica- que amplio después en el Bíblico de Jerusalén- y Arnaiz en Teología Espiritual.

La vida los reuniría después, cuando- obligados por el Régimen de Castro a salir de Cuba- Arnaiz ,que a la sazón servía allí como formador en Humanidades, vino a trabajar a la República Dominicana. Como buen Jesuita- con las luces y el fervor sacerdotal de que siempre ha estado dotado- comenzó a trabajar en importante proyectos de promoción social y humana, muy especialmente a través de la formación de los dirigentes obreros. De ahí nace- en las postrimerías de la satrapía Trujillista agonizante- su indeclinable compromiso por la búsqueda de soluciones desde el Humanismo Cristiano a las más acuciantes tragedias sociales que vive la familia Dominicana.






  





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